En el momento y lugar actuales, Estado Español y año 2017, el sector cultural vive de manera convulsa la llegada de nuevas reglas de juego, mas líquidas e indeterminadas, y nuevas formas de creación, distribución y participación, que no se adscriben a las lógicas tradicionales de producción artística. La crisis económica y social ha acelerado este proceso provocando efectos devastadores en algunos sub-sectores de la cultura, y abriendo oportunidades para otros, más dinámicos e innovadores. En este cambio de paradigma, el sistema del arte contemporáneo ha sido uno de los menos reactivos a esta nueva realidad, permaneciendo en posiciones sociales y enunciados críticos claramente anclados en un pasado pre-15-M, y sin un nivel propositivo a la altura de la excepcionalidad histórica del momento.
Todavía hoy, año 2017, no se ha interiorizado por parte de numerosos estamentos políticos la importancia que la producción cultural independiente tiene en el desarrollo de un país, y de su valor añadido en otros sectores como la educación, la innovación, la dependencia y la integración social. En su “Manifiesto por Madrid” el Observatorio Metropolitano, una plataforma que reúne a diversos colectivos multidisciplinares en un espacio de reflexión sobre los fenómenos de transformación que caracterizan hoy a las metrópolis contemporáneas, realiza un despliegue de reflexiones que describen ad nauseam el modelo de ciudad que desde el gobierno regional y el ayuntamiento se diseñó durante años de espaldas a la sociedad civil.
Los agentes culturales de Madrid, Canarias y otros territorios del Estado Español reclaman ser escuchados y tener acceso a espacios de experimentación donde poder investigar en los márgenes de la creación; espacios de difusión no relacionados con el mercado como ya existen en países considerados modelos de referencia como Suecia y Canadá. Index en Estocolmo y The Power Plant en Toronto operan como galerías alternativas financiadas con dinero público y gestionadas de manera privada.
Mientras, en el día a día de la mayoría de colectivos y espacios que operan en pequeñas escalas, cercanos a lo cotidiano y lo domestico, como son el grupo Indisciplinadas, se produce una paradoja, que se repite como un mantra interno: ¿Cómo trabajar desde la precariedad pero sin fomentarla? Y la respuesta solo puede orientarse en varios aspectos relacionados con una idea matriz: hacer networking o desaparecer, concepto enunciado en el año 2006 en el contexto de un encuentro celebrado en Medialab-Prado.
Entender los espacios alternativos como entornos para-institucionales es algo esencial para los intereses sociales y comunitarios, potenciar las posibilidades de acción desde una posición independiente permite ser flexible y resiliente ante situaciones críticas, asumir estructuras cooperativas tanto en la toma de decisiones como en el reparto de los recursos económicos que se generan es un mensaje claro de generosidad y co-responsabilidad, la construcción de espacios colectivos basados en los afectos y la empatía, es ya una necesidad en cada barrio.
Estos espacios híbridos que existen desde hace poco tiempo, que son frágiles, que están invisibilizados y que operan en entornos endogámicos, pueden ser potentes resortes de producción y difusión y desempeñar un papel básico al establecer un terreno de juego neutral impermeable a los intereses comerciales de un mercado muy especulativo y en la actualidad menguante y a las redes clientelares que operan en torno a las instituciones públicas. La existencia de estos espacios alternativos combinada con la constitución de nuevos espacios ciudadanos de decisión, como los recientemente creados foros locales en Madrid, puede permitir un mejor engarce entre la vocación de narrar historias de unos y la aspiración de toda comunidad para dotarse de un relato común que pueda ser conservado y que devenga en imaginario, historia y memoria colectiva.
[Esta reflexión es un extracto del texto «Experiencias de Activación y Mediación» de Javier Barba para la publicación «Conectores. Prácticas Culturales en Contexto editada por la Fundación Pedro García Cabrera con el apoyo de TEA Tenerife Espacio de las Artes]
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